A lo largo de las próximas semanas van ustedes a asistir a una innumerable retahíla de propuestas de múltiples formaciones políticas. Es lógico, ya que forma parte del debate democrático contrastar todos los programas de gobierno. En muchos casos esas propuestas serán similares entre algunos partidos, en otros radicalmente distintas y en no menos ustedes las verán irrealizables, fruto del electoralismo, o directamente disparatadas. Pero la clave en este nuevo tiempo político no va a ser las propuestas concretas por importantes que estas sean, sino la credibilidad de quien las formule. En definitiva, ¿Por qué debe creerme usted a mí y no al adversario de turno?
No es esta una cuestión menor, porque, dado que vivimos una etapa de escasa credibilidad de la clase política en general, al final muchos electores acaban teniendo la sensación de que les pedimos un acto de fe a la hora de solicitar su apoyo. De modo que lo que voy a intentar en estas líneas es algo tan sencillo, pero a la vez tan complicado, como es dar respuesta a la pregunta de marras ¿Por qué nosotros y no nuestros adversarios?
Para mí la respuesta es una cuestión de actitud. Y yo, estimado lector, le voy a hablar de la mía. Le corresponde a usted creerme o no, claro está. Creo firmemente que puedo liderar una transformación de Tarragona porque, a mis 38 años, quiero dedicar los mejores años de mi vida a la ciudad que me vio nacer.
No estoy pensando en retirarme tras los Juegos Mediterráneos para jubilarme plácidamente en otro sitio, como le sucede a algún que otro candidato. Tampoco forma parte de mis planes promocionar cromos, salchichas o marcas de cerveza “amigas”. Lo único que pasa por mi cabeza es la ambición máxima para Tarragona. Ambición he dicho y digo bien, aunque a algunos buenistas progres les provoque alergia esa palabra. Porque sólo con la máxima ambición se puede llegar al éxito para Tarragona. Y esa ambición, créame, la tengo, no la escondo y es la ambición que he podido analizar en los Alcaldes que más admiro, Azkuna de Bilbao, Giuliani de Nueva York y si me apuran de Pericles, el mejor Alcalde de la historia. Fueron siempre ambiciosos, esa fue la clave de su éxito.
Además, si consigo ser Alcalde (ya estuve cerca en 2011) no podré permitirme el lujo de languidecer 8 años sin hacer nada dando besos y abrazos. Por la razón que sea, la gente de centro-derecha no podemos vivir del talante, se nos exigen resultados desde el minuto uno y bien que me parece. Como eso lo tengo muy claro, no podré permitirme ni un momento de descanso o los electores me lo harán pagar. Y repito: me parece muy bien.
Estimado lector, no me resigno a ver como nuestra ciudad se degrada poco a poco. No me resigno a tener que escuchar eternamente la cantinela de lo poco aprovechada que está una ciudad privilegiada como Tarragona. Esa cantinela hay que cambiarla, es posible cambiarla y la vamos a cambiar.
Alejandro Fernández, alcaldable del PP a Tarragona
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