El feminismo contemporáneo, vinculado al socialismo, cuestionó las consecuencias del capitalismo y las terribles condiciones sociales que supusieron la revolución industrial. Es entonces cuando las mujeres acceden a las fábricas y a la vida pública, pero la división sexual del trabajo permaneció inamovible. La reivindicación de la necesidad de un nuevo pacto social no es, por tanto, novedosa.
Igual que ahora, las mujeres se incorporaron al trabajo productivo en peores condiciones de las que sufrían los varones. Ya las revolucionarias francesas eran conscientes de que la revolución tenía que producirse también en el ámbito privado. El intenso debate del contrato sexual permaneció, sobre todo en los ámbitos socialistas, durante el siglo XIX.
Tanto Flora Tristán (1803-1844) como Olympe de Gouges (1748-1973) defendían abolir el contrato sexual surgido de la Revolución francesa.
Así que hoy no salimos a la calle el 8M porque las redes sociales nos movilizan. Es cierto que los roles sociales de las mujeres han cambiado desde la Ilustración pero en la actualidad el empleo, la política, la vida pública se sustentan en la premisa de que sean las mujeres quienes soporten el peso de la atención y los cuidados de la vida privada. Las mujeres socialistas reclamaban la mitad del cielo, la mitad de la tierra y la mitad del poder, lo mismo que se reclama en la actualidad desde el movimiento feminista.
El Feminismo es una teoría de la Democracia que ha ensanchado sus límites. Se construye alrededor de la idea de Igualdad, las mujeres exigen para ellas lo mismo que tienen los varones. El Feminismo es una teoría del poder, imprescindible para reequilibrar los recursos ante el déficit existente.
A finales del siglo XVII surge un discurso nuevo: el de la Igualdad que provoca un pensamiento crítico que da lugar al Feminismo y a la izquierda. Ambos comparten la característica de ser teorías críticas con la sociedad.
Cuando comienza la modernidad, en realidad había dos modernidades. Una liberal, en la que la Igualdad es formal. Otra crítica, una modernidad radical en la que el concepto de Igualdad es una realidad material.
El Feminismo ha crecido en las dos modernidades, la liberal y la democrática radical. También el movimiento sufragista se abrió en dos corrientes, la liberal y la radical cuyo desarrollo teórico se aproximó al socialismo.
El Feminismo, al igual que el Marxismo con un siglo menos de vida, es una teoría crítica. Las dos cuestionan la realidad social. Que una teoría política perdure durante siglos es porque hay una reivindicación del pasado que la convierte en tradición. El Feminismo es un proyecto político.
Es por una reivindicación política por lo que la mujeres salimos multitudinariamente a la calle el 8M, antes lo hicimos con el tren de la Libertad que acabó con el ministro Gallardón. Se ha vuelto a convertir en un movimiento de masas que marca el inicio de la cuarta ola y que señala clarísimamente cuál es su sujeto político: las mujeres.
Los avances en Igualdad no se pueden entender y las políticas de acción positiva no habrían sido posibles sin el Feminismo Radical, que es anticapitalista. Es el Feminismo Radical el que pone encima de la mesa lo que tiene que ver con el ámbito privado, lo doméstico. Reclama la herencia del Sufragismo Radical. Lo personal es político.
Salimos a la calle para defender nuestros derechos, porque no estamos dispuestas a retroceder, porque ha llegado el momento de pasar a la acción. Es el tiempo de completar la agenda inconclusa de la paridad, de combatir las nuevas formas de explotación que sufren las mujeres, la explotación reproductiva y la explotación sexual; de acabar con la violencia simbólica de la creencia masculina de que se pueden apropiar del cuerpo de las mujeres.
Este 8M salimos a la calle a denunciar y combatir la violencia simbólica. A denunciar la violencia cultural que mantiene los estereotipos de las mujeres. A denunciar la indefensión jurídica.
Rocío León Aller és secretaria de Políticas de las Mujeres de la Federació del Camp de Tarragona del PSC
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