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Santiago Castellà es profesor del Departament de Dret Públic de la URV

Santiago Castellà es profesor del Departament de Dret Públic de la URV

Las urnas, por complejos que sean de interpretar sus resultados, nunca se equivocan. La ciudadanía se pronuncia con su voto siempre acertado. Y a pesar de todas las cortinas de humo los resultados son, una vez más, claros: No existe una mayoría suficiente para
un proceso hacia la independencia. Con una lectura plebiscitaria de los datos, por generosa que esta sea, no queda legitimado un proceso de ruptura del marco jurídico, ni la comunidad internacional hará suya la causa. Es hora pues de valorar para qué nos han servido tantos años de desgobierno, tensión y fractura. El resultado es, a día de hoy, una Catalunya más empobrecida, un sector público desbaratado por las privatizaciones, una sociedad más tensionada y progresivamente fracturada y un mayor peso de las posiciones extremas frente a la centralidad.

Hace algo más de cinco años, Artur Mas, por supervivencia política personal y por evitar que ERC se comiera más votantes de CiU, inició su viaje a Itaca. Se trataba de movilizar todo lo movilizable para conseguir que gran parte del catalanismo se hiciera independentista. Hacer hegemónico el voto por la independencia. Y se puso toda la maquinaria del gobierno al servicio de este fin exclusivo. Y se ha probado de todas las maneras posibles, elecciones, consultas, elecciones plebiscitarias, separados, juntos… y nada de nada: Rozando el empate técnico, pero lejos de un resultado claro y contundente que permita una aventura jurídica rupturista y el nacimiento de un nuevo Estado.

En definitiva, una estrategia equivocada. En lugar de sumar en espacios comunes del catalanismo, defendiendo la identidad y la lengua, la estabilidad competencial y la mejora de la financiación,… En lugar de visibilizar mayorías del 65% o más capaces de plantar batalla legal y política al unitarismo centralista, se optó por la vía de la ruptura. Se ha logrado hacer más grandes los extremos, más difíciles los amplios consensos de antaño en temas lingūísticos y en la inmersión en educación, la emergencia de un discurso lerrouxista hasta ahora minoritario… y dejar un país económicamente paralizado y socialmente fracturado.

En mi opinión sólo queda un camino: apartar al causante del desastre, reconstruir la centralidad de convergencia y el catalanismo socialista, recoser las fracturas sociales con paciencia, retomar un programa reformista que reactive el país y trabajar para que la sensatez del federalismo asimétrico catalize la necesaria reforma constitucional en las Españas. Unas previsibles elecciones anticipadas a la Generalitat en marzo pueden ser el escenario del cambio, con un gobierno nuevo surgido de las elecciones generales de diciembre. Y aprender la lección: los experimentos, con gaseosa.

Santiago J. Castellà Surribas és professor de Dret i Relacions Internacionals de la Universitat Rovira i Virgili