Marcos Meury: ‘La experiencia que más me ha llenado en el golf me la dieron niños discapacitados’
Entrevistamos al director del Club Golf Costa Daruada Marcos Meury, pero sobre todo a la persona. De padre suizo, madre italiana y tarraconense de nacimiento, Marcos estudió Empresariales, pero la vocación lo lleva al mundo del golf, aunque su primera opción fuera el tenis. Tiene el corazón merengue porque su hermana mayor lo aficionó al Madrid, pero el resto del fútbol no le interesa.
¿Quién es Marcos Meury Scavini?
Tengo 47 años, estoy casado con Laura, tenemos dos hijos -Marcos, de 16 años, y Nicolás, de 11, los dos nacidos un mes de agosto. Yo nací aquí, en Tarragona, hijo de padre suizo y madre italiana. Mi padre vino de jovencito a trabajar a España. Había estudiado ingeniería industrial. Mis hermanas y yo ya nacimos en España.
¿Cuántas hermanas tienes?
Tengo cuatro. La mayor, Lidia, murió hace pocos años. Yo era el pequeño de la familia, el ‘mimado’ de mis hermanas, aunque no de mi madre, que siempre nos cuidó a todos por igual. Mi madre era muy matriarcal, siempre había trabajado en casa, cuidándonos. Mi hermana mayor, Lidia, tenía 16 años cuando yo nací, por lo tanto era como una segunda madre para mí.
¿Fue tu ojito derecho?
Sí, y la pobre murió joven. Cuando empezaba a salir con el que sería mi cuñado, me llevaban con ellos de vacaciones. La gente pensaba que era su hijo y no su hermano.
Murió de cáncer en el año 2016. Sufrí mucho su pérdida. Se preocupaba mucho por sus hermanas y por mí. Era como si fuera la madre de todos nosotros.
Cuando nací, mis padres tenían cuatro hijas, todas chicas. En el momento del parto, el médico le dijo a mi padre que había sido niña -entonces no se conocía el sexo del bebé hasta el momento del parto-. Era una broma. Cuando le dijo que era un niño se puso muy contento, tanto que bajó al primer bar que encontró e invitó a todo el mundo a cava: ‘He tenido un niño!’, exclamaba.
¿Cómo llegaron tus padres a Tarragona?
Cuando mi padre, Marcel, vino a España a trabajar ya tuvo claro que se quedaría a vivir aquí. Decía: ‘La primera tarde que vine a España ya supe que me quedaría a vivir aquí. Como aquí no se está en ningún lugar’, me decía. Yo soy de aquí, pero me siento suizo, y eso que he ido poco a Suiza. Cuando íbamos a Suiza con mi padre, con sólo cruzar la frontera ya le caían las lágrimas. Este sentimiento me lo transmitió. Quizás sea por eso que quiero tanto a Suiza.
Tu madre era italiana. ¿Cómo se conocieron?
Por el trabajo. Se conocieron en Barcelona. En España salíamos de la Guerra Civil y en Suiza estaban mucho más adelantados. Mi padre era capaz de instalar una cadena de montaje sin problemas. Fue a trabajar a Industrias Teixidó y luego a la Bic de Tarragona, a la sección de encendedores. Mi padre tiene creadas nueve patentes; inventó el encendedor Bic de botón y cedió la patente a la empresa. Yo le decía: ‘¿Cómo se te ocurre ceder la patente?’. Y él respondía: ‘Yo trabajaba para una empresa que me pagaba para inventar y montar cadenas’.
Mi madre, que se llamaba Amelia, trabajaba en la misma empresa, pero en Barcelona. Fue allí donde se conocieron. Cuando mi madre me estaba pariendo, el jefe de mi padre le dijo que después de haber tenido cuatro niñas si era niño, él sería el padrino. Y así fue. El jefe de la Bic Iberia en Tarragona es mi padrino.
¿Qué sueño tenías cuando eras pequeño?
Parecerá un tópico, pero yo quería hacer lo que hizo mi padre: formar una familia y tirar hacia adelante. Que un solo miembro de la familia lo consiga, es muy difícil repetirlo hoy en día.
Estudié Ciencias Empresariales en la URV. Ahí cursé una asignatura de prácticas empresariales y fui a trabajar de prácticas durante media jornada a Mapfre. Estaba en el departamento de siniestros. Hacía de todo, ayudaba a todo el mundo: iba a Correos, repartía la documentación, lo que tocara hacer. Me propusieron trabajar en la empresa cuando acabara los estudios. Así fue y empecé a trabajar como responsable de un departamento para potenciar la venta de seguros, donde formaba a los trabajadores.
También trabajé en Decathlon. En la facultad vinieron a buscar estudiantes para trabajar y me gustó lo que proponían. Yo me quería pagar mis gastos, mis padres ya habían hecho bastante tirando adelante la familia. Estudiaba por las mañanas y trabajaba por las tardes. En Decathlon tenía la ventaja que sabía mucho de golf y también de tenis.
¿Fue el tenis el primer deporte que practicaste?
Sí, fue el tenis.
¿Y cómo te aficionaste al golf?
Fue por casualidad. Yo iba para tenista y decían que era bueno. Jugaba muchísimo a tenis. En individuales no era muy bueno, pero sí en dobles. Tenía un buen revés. Desde los cinco años y hasta los 13 iba a jugar a tenis los lunes, miércoles y viernes, de seis a ocho, y el sábado, de 10 a dos con la selección provincial de Tarragona, en el Club de Tennis Tarragona. He llegado a jugar contra Àlex Corretja.
Sucedió entonces que cuando tenía 13 años sufrí una lesión en el talón de Aquiles. El médico me dijo que parara durante un mes. Mi padre, que jugaba al golf -muy mal, por cierto-, me trajo aquí, al Golf Costa Daurada. Y el primer día me dio un hierro del 8. Me gustó de tal forma que ya no volví a practicar el tenis. El golf me enganchó de una manera brutal. Y desde entonces, habré jugado solamente cinco o diez veces a tenis.
¿El golf era un sueño?
A los pocos meses gané la primera copa y comencé a bajar mi hándicap -el nivel que tiene un golfista-, pero sólo jugaba el fin de semana. Tenía un juego muy natural. Ganaba a amigos míos que jugaban cada día, jugando yo sólo los fines de semana.
Entonces me planteé que me gustaría dedicarme a jugar profesionalmente. Empecé como amateur y luego fui profesional.
Yo me había sacado el título de entrenador de golf y ayudaba a los pequeños los domingos. Estábamos en el año 2004 cuando un profesor de golf se fue del club y entonces me llamó el señor Artal -Javier Artal-, al que le debo mucho, y me preguntó: ‘¿Quieres empezar a trabajar mañana?’. Caray! -pensé- a mí me habían trasladado a otro departamento de Mapfre; el tema de los seguros había ido muy bien. Y me dieron el cargo de responsable regional en Tarragona y Lleida. Tenía un buen trabajo y estaba muy contento, pero por otro lado el golf era mi sueño. Y sólo tienes que mirar por la ventana y ver el entorno natural que rodea al Club de golf, es fantástico trabajar aquí. Y el mundo de los seguros era una selva, pese a que Mapfre te daba mucha libertad mientras cumplieras los objetivos.
¿Qué sucedió?
Artal me dijo que si a los seis meses no llegaba, me ayudaría. Y empecé en el Golf Costa Daurada. En agosto me casé, cambié de trabajo y me vine aquí. En dos semanas me cambió la vida. El golf era lo que siempre había querido.
Pero todavía no te encargabas de la gestión
No. Yo empecé como entrenador de golf y me saqué el título de jugador. Si eres entrenador no puedes jugar como profesional, y al revés. Superé las pruebas para ser jugador profesional, pero con la crisis se suprimió el circuito Peugeot y no pude jugar. Seguí dando clases. Siempre me quedará dentro pensar que podía haber intentado ser jugador profesional. Nunca empecé a jugar como profesional.
¿Y cómo empezaste a trabajar en el despacho?
En el Club, la persona que llevaba la contabilidad sufrió una baja por enfermedad. Yo había estudiado Empresariales, como os comenté, y les dije que podía ayudarles las horas que no tenía clases.
¿Tuviste algún niño o niña que despuntara en el golf?
Sí, Emilio Cuartero, Alvaro Perdrix o Neus Garau. De la escuela de golf salían muchos niños que competían a nivel nacional. De entrenadores, estábamos José Ramon y yo.
¿Cuándo colgaste los palos para dedicarte a la gestión?
Mi hijo tenía diez años. Yo trabajaba de lunes a domingo, sin vacaciones. Así transcurrieron diez años. Estaba muy cansado y eso no era lo que yo quería, que era ir a ver un partido de fútbol de mi hijo, ir a esquiar con él. Por casualidades de la vida me salió un trabajo en el departamento financiero de una empresa y me brindaron la posibilidad de trabajar con ellos, en La Canonja. Estuve allí tres años.
¿Por qué volviste al Club?
Porque me llamaron. Necesitaban a alguien que llevara el tema contable, en horario de lunes a viernes, ya sin clases de por medio.
¿Qué valores aprendiste en casa?
Los familiares. Os explicaré una anécdota: desde que nació mi hermana mayor, mi madre cocinaba siempre macarrones los domingos. Era como un ritual. Cuando comíamos con novio o novia de los hermanos, era la prueba de los macarrones, y es que la cosa iba en serio. Era como un control de calidad -se ríe-. Mi mujer también pasó la prueba de los macarrones.
¿Cómo conociste a tu mujer Laura ?
La conocí aquí, en el golf. Trabajaba en Recepción. Fue ella la que se atrevió a dar el paso. En mi juventud, yo no estaba para tener novias. Me gustaba ir con mis amigos, aunque no era mucho de salir. Parece que fuera como una obligación salir cada fin de semana. Yo tenía mis gustos, como ver por televisión al Real Madrid.
¿Eres seguidor de fútbol?
Me gusta ver los partidos del Madrid, y del Barça cuando pierde. No me gusta el fútbol, me gusta el Madrid, juegue contra quién sea.
¿Por qué eres del Madrid?
Por mi hermana Lidia, que era del Madrid. Recuerdo una escena muy emotiva –se emociona-. El día que murió, la familia me llamó para que viniera. Lidia quería despedirse de todos juntos. Y me dijo, como lamentándolo: ‘Me perderé el Madrid esta tarde!’. Jugaba con el City en la Champions League. Le preocupaba no poder ver el partido. Por eso soy merengue. Por ella y por mi cuñado Nani.
Las chicas que me iban detrás me pedían ir al cine y yo les respondía que no podía ser, que jugaba el Madrid. En un Madrid-Milan de Champions me quedo en casa, vamos!!. Y me llamaban diciendo: ‘Oye, esto no funciona’. Claro que no funcionaba. En cambio, Laura quedaba para otro día, era más lista. Ella lo aceptó. Con Laura nos compenetramos muy bien. Yo era jovencito y quería estar con mis amigos y no con novias.
¿Y tus hijos, has conseguido que sean del Madrid?
Como no he sido muy futbolero, no se los he transmitido, pero el mayor sí lo captó, aunque nunca le dije nada del Madrid. Y en cambio, el pequeño me ha salido culé, creo que por tocarme un poco las narices. Y Laura es del Madrid, pero no es muy futbolera.
¿Juegan tus hijos al golf?
No. El mayor juega a fútbol. Está en el juvenil del Nàstic. El pequeño juega baloncesto.
Eres director del Golf. ¿Cómo está siendo la transición de ser contable a ocupar un cargo más expuesto al público?
Laura y mis hijos me echan de menos. Aunque tengo una estabilidad laboral que antes no tenía. Lo estamos llevando bien porque me puedo organizar de manera que puedo ver a mi hijo jugar al fútbol. Trabajo el fin de semana, pero al empezar el lunes me puedo tomar el día libre, acompañar a mis hijos al colegio e ir a pasear con Laura por la tarde. Mi prioridad es mi familia. Si a las seis de la tarde no tengo nada que hacer en el golf, me voy con la familia, y hago los deberes con mis hijos, o no, porque siempre acabamos peleándonos -se ríe-.
¿Cuáles son los proyectos que más te han llenado de los que has llevado en el mundo del golf?
Veo a mucha gente a la que yo les impartí clases. Es brutal cuando se me acercan a mí, me dan las gracias y me dicen: ‘Te agradezco que me hayas hecho amar este deporte’. Lo que más quieres es dar a conocer lo que a ti te gusta. Y hacerlo con absolutamente todo el mundo. Una vez me enteré que un jugador de golf llamado Dos Santos, que había sufrido un accidente y le habían amputado una pierna, seguía jugando a golf. Yo me dije: ‘Quiero enseñar golf a gente que tenga alguna discapacidad’. Sabía que el golfista Sergio García tenía una fundación y a través de ella me saqué un título para dar clases a personas con discapacidad. No es lo mismo ser invidente que tener otra discapacidad. Sergio García organizó un campeonato y yo le dije a un amigo que iba en silla de ruedas que viniera y jugamos un pro-am -un torneo por equipos con un professional contra tres amateurs- con un chico de Sitges. Con una silla hidráulica conseguía ponerse en pie para disputar las bolas. Eso me llenó.
Otra experiencia de voluntariado que me llenó mucho la viví con los chicos de La Muntanyeta, la asociación de afectados de parálisis cerebral de Tarragona. Les dije que quería ir a enseñarles golf adaptado a ellos, y que, por qué no probarlo?. Efectivamente, fuimos a La Muntanyeta, y se lo pasaron bomba. Viví una escena que me marcó. Uno de los chicos dio un golpe y la pelota empezó a rebotar por las paredes. Entonces me giré y vi a las terapeutas llorando de emoción. ‘Qué he hecho?’, les pregunté. Y me respondieron: ‘El niño llevaba aquí tres años y no hemos conseguido que sea capaz de que alguien le haya dado una instrucción y le haya hecho caso. Y tú, en cinco minutos que estás con él lo has conseguido. Es increíble’, me respondieron. Yo me quedé blanco. El chico había encontrado una motivación. Y luego vino una chica, que no se atrevía a decirme algo. La terapeuta le dijo: ‘Venga, díselo’. Y ella soltó: ‘Tío bueno’. Jajaja!!!
Se me pasó la mañana volando. Me decían que yo era buena persona, pero lo que me dieron esos chicos fue infinitamente superior a lo que yo les hubiera dado.
Otro chico no podía coger palos de golf y con una venda le atamos el palo a la mano y al cabo de nada le estaba pegando golpes de 50 metros. Estas satisfacciones son las más grandes que me llevo de este deporte.
Otra vez, pedí jugar un pro-am que se organizaba en PortAventura y resulta que les llamó Sergio García diciendo que estaría encantado que yo participara en el torneo.
¿Cambiemos de tercio: cómo harías para generar interés entre la gente que sigue pensando que el golf es un deporte para ricos?
Una forma es reunir a la gente que juega padel con la del pitch&putt, por ejemplo. Y que vean que el pitch es sólo un poquito más caro que el padel. Tampoco hace falta ser socio de ningún campo para jugar a golf. Hay que hacer que la gente lo pruebe, organizar bautismos de golf,…Es un deporte muy social.
¿Qué te gustará que descubrieran de ti los socios del club después de esta entrevista?
Que conocieran más a la persona, yo soy muy familiar, soy de carácter tranquilo, reservado, pero no me considero tímido. Me gusta ir a todos los eventos del club y los disfruto. Muchos me conocen como ‘el Marcos’. Llevo aquí desde los 13 años.
Lo primero que me ha sorprendido de Marcos es que tras ese aspecto reservado hay un hombre extremadamente solidario y empático que gana en las distancias cortas. Su discurso y saber estar denotan cordura y buen juicio.
De nuestra conversación me quedo con la emoción con la que ha hablado de toda su familia. Y de que sus pilares son su mujer Laura y sus dos hijos Marcos y Nicolás.