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De nuevo en estas elecciones hay como mínimo un vencedor y un perdedor claros: Vence de nuevo la Ley D’Hondt con una distribución desproporcionada de escaños que privilegia en mucho al Partido Popular y castiga a muchos otros (el PACMA por ejemplo, sin escaños, saca el doble de votos que PNV que obtiene 5 escaños o el triple que Coalición Canaria). El perdedor más claro, las encuestas y sondeos: el arte de predecir el voto se muestra incapaz de interpretar la compleja realidad post-bipartidista de España; demasiado acostumbrados a una lectura ideológica de los votos en una línea izquierda/derecha, el signo cambiante y voluble de las actitudes se resiste a ser pronosticado.
Pero la interpretación más común y no falta de fundamento será la de culpar a Pablo Iglesias de una repetición de elecciones que deja el futuro gobierno mucho más cerca de las manos populares que en el 20-D.

Santiago Castellà és Professor del Departament de Dret Públic de la Universitat Rovira i Virgili

Santiago Castellà és Professor del Departament de Dret Públic de la URV

La izquierda rozó el cielo con la punta de los dedos ante la posibilidad de un gobierno aritméticamente posible de Pedro Sánchez con Ciudadanos y el apoyo de Podemos, pero Pablo pensó que unos nuevas comicios consolidarían su condición de fuerza hegemónica de las izquierdas, con un PSOE a la baja. Pero como diría Rafael Albertí, “se equivocó la paloma; se equivocaba”.

La decisión estratégica de no votar la investidura de Pedro Sánchez fue a todas luces un error, un gran error que hubiera cambiado cuando menos el signo de estos cuatro próximos años. Un error que deberá escuchar sentado probablemente en una oposición no hegemónica durante cuatro largos años. Pero quizás toda la culpa no es de Podemos: mucha creo que sí, pues en poco tiempo ha mostrado una inmadurez excesiva: podía, y se le perdonaba, pecar de iluso o de “peterpanesco”, pero no se ha perdonado un Podemos de estrategias a corto plazo y de buscar lo que quiere oír la mayoría, -y así pasar del nuevo patriotismo español, al referéndum de autodeterminación como línea roja, para luego decir referéndum si pero no- … tampoco en política se puede gustar siempre a todos.

Pero insisto, no toda la culpa es de Podemos. El PSOE llega tarde y mal, debería haberse renovado en ideas y en estilo, articular un discurso más próximo a la sensatez socialdemócrata y evitar esa imagen triste de la vieja guardia reapareciendo en el reparto de las migajas del poder. Ahora, en la probable oposición tiene una oportunidad de oro, y no puede confiarse en las contradicciones y espectáculos podemitas, pues en muchas ciudades su electorado ha migrado a confluencias que son más serias que Podemos. En Catalunya En Comú Podem –que no es, ni será Podemos- recoge progresivamente el electorado socialista con cuadros formados en iniciativa y en movimientos sociales, mientras que los precipitados cuadros formados en el socialismo, en lugar de haber seguido a su electorado, hacen méritos en las desunidas filas de un “procés” desenfocado.

Y Ciudadanos también tiene su culpa al centrar su discurso en evitar un gobierno de Podemos demonizando una mayoría tan amplia de votantes e intentándolo excluir del mapa de opciones de gobierno: para hacer de PP basta el PP y un partido que se proclama de centro debe ser capaz de hablar y entenderse con todos; les ha faltado discurso propio y estrategia centrista.

El independentismo catalán se mantiene en términos similares, con la contradicción doble de ser igual de fuertes que ayer, pero también con menos capacidad para influir que ayer, lo que nos condena a una esquizofrenia de realidades paralelas Madrid/Barcelona retroalimentándose desde el enfrentamiento. Y habiéndose cerrado muchas puertas para poder ser determinante en una hipotética y hoy lejana posibilidad de reforma plurinacional de la Constitución; en una estrategia claramente diferente a la histórica eficacia del PNV.

Un panorama de plomo, con poco, muy poco juego posible. Un empate técnico con un ganador surgido del inmovilismo y del miedo, privilegiado por un sistema electoral desfasado. …Y es que aquí, como en Reino Unido, al momento de conocerse los resultados muchos cambiarían su voto, pero estos son ya los que son. Se equivocó la paloma y estaban las gaviotas, escondidas inmóviles esperando que les lloviera el triunfo.

Santiago Castellà és Professor del Departament de Dret Públic de la Universitat Rovira i Virgili