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“La fe también produce productos”.

Dos nuevos santos intentarán hacerse un hueco en el calendario para que sus creyentes puedan celebrar su onomástica si lo creen oportuno. El Papa Francisco, relevo enigmático de otro vigente en su aparente autoexilio de pontificado, ha sido el encargado de elevar con los máximos galones eclesiásticos a Juan XXII primero y a Juan Pablo II, otros dos padres de la multinacional de la fe.

Nadie duda que la estrategia y el marketing son herramientas esenciales para poder mantener vivo el espíritu comercial de una empresa, y el dogma católico en estos menesteres no se queda tampoco atrás.

Además de sus negocios como empresa de montajes y de su productora de ciencia con ficción, ha optado, para refrescar en su incrédula obviedad y su desfasada actualidad, en recurrir a dos de sus últimos focos de atracción canonizándolos al séptimo cielo para que durante unas semanas se propague por los medios y pueda atraer así a algún feligrés que otro además de promocionar sus dos nuevos y santificados logos.

El escenario católico seguirá siempre de moda pero sólo para quienes sigan creyendo que la Iglesia es la casa de los pobres, de los desvalidos, de los necesitados, de los malnutridos y asistan tan sólo a misa de domingo sin meterse en camisas de once varas, es decir… más a fondo del altar. ¿Qué hace el oro en las iglesias?,¿cuánto cuesta una sotana?, ¿quién se cepilla los cepillos de las capillas?… La casa del creador no creo que fuese ni por fuera de oro. Con la Igl€sia se ha topado tanto…

Óscar Molero Espinosa